- “Correr” o evitar los problemas
Si tu respuesta habitual ante el estrés es huir o evitar la situación, probablemente te identificas con este estilo. Puede que recurras a actividades que te “distraen” del malestar, como comer en exceso, usar redes sociales, fumar, o incluso aislarte.- ¿Por qué lo hacemos? Porque enfrentarse a las emociones puede resultar abrumador. Sin embargo, evitar los problemas no los resuelve, y a largo plazo puede aumentar la ansiedad o el estrés.
- “Bloquearse” o rendirse
¿Te has sentido paralizado ante un problema, como si no pudieras reaccionar? Quedarse “congelado” es un estilo de afrontamiento donde la resignación toma el control. Te sumerges en el malestar sin buscar soluciones, quizá por miedo a equivocarte, a los demás o a las consecuencias.- Ejemplo común: Evitar discusiones, someterse a decisiones de otros y aguantar una situación insostenible.
- “Atacar” o enfrentarse de forma impulsiva
Si tiendes a reaccionar de forma intensa o agresiva, quizá tu estilo sea “atacar”. Te enfrentas al problema, pero de una manera poco funcional, buscando la confrontación o la defensa exagerada. Esto suele venir de una necesidad de justicia, de ansiedad o de protegerte ante experiencias pasadas.- Ejemplo común: Responder con ira, defender tu opinión con rigidez o reaccionar impulsivamente en discusiones.
¿Por qué es importante conocer tu estilo de afrontamiento?
Cada estilo tiene un propósito: protegernos ante lo que percibimos como una amenaza. Sin embargo, cuando estas respuestas se vuelven automáticas, pueden ser un obstáculo para nuestro bienestar emocional.
- Evitar o bloquearse no resuelve el problema y solo prolonga el malestar.
- Atacar impulsivamente puede dañar nuestras relaciones y aumentar el conflicto.
La clave está en reconocer tu estilo predominante y aprender a gestionarlo de forma saludable.
Cómo mejorar tu estilo de afrontamiento
- Practica el autoconocimiento: Reflexiona sobre cómo reaccionas ante situaciones difíciles. ¿Huyes, te bloqueas o atacas? Reconocerlo es el primer paso para cambiar.
- Desarrolla nuevas herramientas: La terapia psicológica te ofrece recursos para gestionar tus emociones y afrontar los problemas de forma constructiva.
- Escucha tus emociones: No ignores lo que sientes. Aprender a identificar y expresar tus emociones te ayudará a manejar mejor el estrés.
- Cuida tu diálogo interno: A veces, nos paralizan pensamientos como “no puedo hacerlo” o “siempre fracaso”. Trabaja en cambiar estas creencias por otras más realistas y compasivas.
Un proceso de aprendizaje constante
Tu estilo de afrontamiento no es definitivo ni estático. Influye en él tu temperamento, tus experiencias pasadas y lo que aprendiste en tu infancia. La buena noticia es que, con trabajo y dedicación, puedes aprender a responder de manera más sana y equilibrada.
Recuerda que buscar ayuda profesional no es signo de debilidad, sino de valentía. Si sientes que tus reacciones te están perjudicando a ti o a tus relaciones, la terapia puede ser un espacio donde aprender a afrontar los problemas con calma, confianza y claridad.
¿Quieres empezar a transformar tu forma de afrontar la vida?
Aprender a gestionar tu estilo de afrontamiento puede marcar la diferencia en tu bienestar emocional. Si necesitas apoyo, estoy aquí para ayudarte.
Aprende, sana y reinvéntate.
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